Hace muchos tiempo, la Luna no se contentaba con enviarnos desde el cielo su luz blanca y hermosa, sino que también bajaba ella a nuestros campos y selvas, ansiando respirar aire puro, sentir el perfume de las flores y alegrarse con el murmullo de los arroyuelos y el canto de los pájaros.¡No imaginéis a la Luna, en sus paseos por la Tierra, rodando de aquí para allá como una bola cualquiera!... Imaginada transformada en una mujer hermosa, con ojos brillantes como dos estrellas, de larga cabellera plateada, y envuelta en tules finísimos de suaves colores. ¡Así bajaba la Luna a la Tierra! Y no venía sola; acompañándola siempre una bellísima joven, que era, a su vez, una nube a la que la Luna había transformado. Nuestros indios guaraníes llamaban a la Luna, Yací, y a la; nube, Araí. Adoraban a Yací porque, según ellos, era la diosa que protegía y premiaba a los hombres buenos.

Bienvenido al TIC de tercer año.
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