jueves, 1 de junio de 2017

La leyenda del Teyú Cuaré

El escritor argentino Germán de Laferrere mutó su apellido al seudónimo Drás. Así, como Germán Drás, habitó en San Ignacio, en la década del 30, junto a Horacio Quiroga, y aún permaneció en Misiones tras la muerte de éste, en 1937.
Hacia 1938, editorial Tor publicó su libro Alto Paraná. Contiene varios relatos y cuentos inspirados en estas latitudes, aunque a diferencia de Quiroga, la selva misionera no removió en Drás esas patéticas regiones de pesadilla y muerte como en aquél. Contrariamente, Drás luce en sus cuentos un estilo descriptivo, irónico y no exento de cierta humorística filosófica que los vuelve tan amenos.
Más cerca del aventurerismo que de la literatura, Drás recorrió el mundo. En Posadas fue columnista de El Territorio que publicó varios de sus cuentos. En Buenos Aires lo fue de La Razón y El Hogar, entre otras. 
Para la revista Leoplan envió colaboraciones desde el Canadá donde se pierden sus pasos.

“Conocido es en el Alto Paraná el Cerro de la Reina Victoria, cortado a pico sobre el río y en cuyas aristas se puede ver desde un barco y con ojos de turista el perfil de la reina Victoria de Inglaterra. 
Al lado de este cerro, a unos doscientos metros, hay otro cerro de igual altura y parecida conformación, y entre los dos cerros hay naturalmente una quebrada. Internándose un poco por dicha quebrada al llegar a la altura de unos cincuenta metros, se halla una gruta que presenta todo el aspecto de un refugio de animal antediluviano. Y enfrente, en la costa paraguaya, desemboca un arroyito cuyo curso desciende en zig zags regulares. La región se llama Teyú Cuaré.
Un día, andando en busca de orquídeas, me interné por la boscosa quebrada, y llegué a la musgosa gruta,  y escudriñando sus rincones encontré un objeto que a primera vista me pareció una uña gigantesca que habría pertenecido a algún animal prehistórico. 
Pero después de examinarla descubrí que se trataba de un casco de caballo que quizá fuera el resto del banquete de una onza. 
No obstante la poca importancia del hallazgo, guardé el casco y más tarde se lo mostré a mi vecino don Luis Bade, hombre de probada erudición y curioso por todas las cosas raras. Lo observó pensativamente, me miró con gesto seguro y dijo en tono misterioso: 
- Esto… es una escama del dragón teyú, que en otros tiempos habitó una cueva cuá y que ya no es más ré: teyú-cuá-ré. 
Este dragón vivía tranquilamente en su gruta y desde allí atisbaba de continuo el jirón de río que limitaban los altos paredones de los dos cerros. De vez en cuando un guaraní en su piragua se aventuraba a navegar por la región, y entonces al enfrentar el indio los dos cerros, el horrible teyú descendía por la quebrada con la violencia de un huracán, y se lo comía con piragua y todo. Siempre había indios que comer, porque ninguno regresó para contar lo sucedido. Y esto duró largos años. 
Se sabe que en una ocasión, el animal vio aparecer a su presa y como de costumbre se lanzó sobre ella, pero le costó engullirla, era no ya una piragua sino una gran canoa con cinco hombres blancos muy gordos y vestidos de negro. Esta vez el teyú se dio el atracón de jesuitas de la reducción de San Ignacio.
Pasaron los años. Hasta que una noche, se oyó un extraño rumor que espantó a los yacarés y enmudeció a las aves nocturnas. El ruido aumentó rápidamente y llegó a oírse un fragoroso rechinar de hierros y tremendos resoplidos acompasados. La jungla quedó en suspenso. El dragón enfurecido esperó en su gruta a que el enemigo enfrentara la quebrada. Llegó el momento, descendió hacia el río en carrera aciclonada y fue a estrellarse contra el primer barco a vapor que rugiendo y echando chispas remontaba el Alto Paraná. Entonces dolorido y avergonzado por la derrota cruzó el río para internarse y esconderse en los bosques del Paraguay, y con la cola trazó el cauce en zig zags de ese arroyo que desemboca frente a los dos cerros del Teyú Cuaré” (de Alto Paraná, 1938)

fotografía:http://www.recorramisiones.com.ar/wp-content/uploads/2011/07/4317610146_47a5f4ed28.jpg

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